EP. 44 Dato NO mata relato: por qué preferimos la historia y no la evidencia.

Retrato hiperrealista de un rostro fragmentado que simboliza la lucha entre datos y relatos, representando el concepto "dato no mata relato".

Recuerda, dato no mata relato. Veamos. Vivimos en la era de la información, rodeados de datos, estadísticas y evidencias a solo un clic. Y, sin embargo, seguimos creyendo relatos que contradicen todo lo demostrable. ¿Por qué? Porque dato no mata relato. Por mucho que la evidencia sea irrefutable, si una historia es lo suficientemente convincente, nuestro cerebro —hambriento de sentido y coherencia— la abrazará sin pensarlo dos veces. Lo vemos en la política, en las redes sociales y en la publicidad: el relato bien construido siempre gana. Pero ¿qué tiene una historia que los números no pueden ofrecer?


1. El cerebro y su amor por las historias

Antes de sumergirnos en datos y relatos, vale la pena entender cómo funciona nuestra mente. Los seres humanos no evolucionamos para procesar gráficos de barras o informes técnicos; evolucionamos alrededor de hogueras, escuchando historias que nos enseñaban qué evitar y qué perseguir. Las narrativas nos ofrecen algo que los datos no: contexto, emoción y, sobre todo, sentido.

La neurociencia lo respalda. Cuando escuchamos datos sueltos, solo se activa la parte lógica del cerebro. Pero cuando escuchamos una historia, se iluminan las áreas responsables de las emociones, los recuerdos y la empatía. Por eso, aunque un estudio nos diga que volar es más seguro que conducir, la historia viral de un accidente aéreo hará que sigamos sintiéndonos inseguros en un avión.

Un ejemplo clásico: la lotería. Los datos gritan que las probabilidades de ganar son ínfimas, pero la historia del vecino que “casi lo logra” o el anuncio que muestra familias celebrando nos impulsa a comprar ese boleto. Dato no mata relato, porque el relato habla a nuestro corazón, no a nuestras estadísticas internas.


2. ¿Por qué los datos fallan ante un buen relato?

Aunque los datos sean objetivos, la forma en que los procesamos no lo es. Aquí entran en juego varios sesgos cognitivos que refuerzan esta lucha desigual:

1. El sesgo de confirmación:
Buscamos información que respalde lo que ya creemos. Si un relato encaja con nuestra visión del mundo, lo aceptamos. Si los datos la contradicen, los ignoramos. Así de sencillo.

2. El sesgo de disponibilidad:
Recordamos con más facilidad la información que nos impacta emocionalmente. Por eso un relato dramático tiene más peso en nuestra memoria que un informe técnico.

3. El sesgo narrativo:
Nos encanta conectar puntos, aunque no tengan relación. Si un relato ofrece causalidad y coherencia, lo preferimos a datos aislados que generan ambigüedad.

Por ejemplo, durante la pandemia, se compartieron miles de datos sobre las medidas de prevención. Pero relatos como “Mi primo se contagió pese a la mascarilla” calaban más hondo que las estadísticas de expertos. Porque esos relatos brindaban una narrativa personal y directa.


3. Cuando el dato se convierte en ruido

En ocasiones, los datos no solo no ayudan: confunden. El exceso de cifras puede saturarnos y provocar lo que se conoce como fatiga informativa. Cuando recibimos demasiada información, nuestro cerebro opta por lo cómodo: el relato que ya conocíamos.

Además, muchos datos circulan descontextualizados. Un titular que dice “El 60% de las personas prefieren X” suena impactante… hasta que descubres que solo se encuestaron a diez personas. Sin contexto, los datos pierden sentido. Y si encima un relato ofrece una explicación sencilla —aunque falsa—, ganará la batalla en la mente colectiva.

📚 Como explica Daniel Kahneman en Thinking, Fast and Slow, “el cerebro prefiere una historia coherente a una verdad incompleta”. La comodidad mental siempre tiene ventaja sobre la precisión incómoda.

Retrato hiperrealista de un rostro dividido que simboliza el dilema "dato no mata relato" y la lucha entre evidencia y narrativa.
Esta imagen representa cómo «dato no mata relato» cuando la narrativa es más reconfortante que la evidencia.

4. El poder de la repetición: ¿Mentira o verdad?

Otra razón por la que dato no mata relato es la repetición. Según la regla psicológica conocida como el efecto de mera exposición, cuanto más escuchamos algo, más lo creemos, incluso si es falso. Las redes sociales, con sus algoritmos diseñados para mostrarte lo que quieres ver (y lo que genera más clics), refuerzan estos relatos hasta convertirlos en “verdades” colectivas.

🔄 ¿El problema? Que desmentir una mentira viral rara vez tiene el mismo alcance que la mentira original. Y, como decía Mark Twain: “Una mentira puede dar la vuelta al mundo antes de que la verdad se ponga los zapatos.” Por mucho que los datos griten, el relato, si se repite lo suficiente, acaba ganando.


5. El relato como arma política y mediática

En política y medios de comunicación, el relato no solo domina: moldea la realidad. Las campañas electorales rara vez se centran en datos concretos. En su lugar, construyen relatos: “Nosotros somos el cambio”, “Ellos son el enemigo”, “Recuperemos lo que nos quitaron.” Son frases simples, cargadas de emoción, que desactivan la necesidad de comprobar cifras.

📉 Por ejemplo, la frase “Nos roban” se instaló en el imaginario colectivo en varios países sin que la mayoría pudiera señalar datos concretos que lo respaldaran. Pero era un relato poderoso, alimentado por la indignación. Y cuando la emoción entra, la lógica suele salir por la puerta trasera. Dato no mata relato.


6. ¿Cómo podemos resistir la seducción del relato?

Si el relato es tan fuerte, ¿qué podemos hacer para no caer en la trampa? Aquí van algunas herramientas prácticas:

Pregúntate siempre “¿y esto en qué datos se basa?” Antes de compartir o creer algo, busca la fuente.
Desarrolla la tolerancia a la ambigüedad: No siempre hay respuestas claras. Aprender a convivir con la incertidumbre nos protege de relatos simplistas.
Rodéate de información diversa: No te quedes solo con la versión que más encaja con tus creencias.
Prioriza medios que expliquen el contexto: Los datos, sin relato, pueden ser fríos; pero el relato, sin datos, es peligroso. Busca el equilibrio.

Como dice la periodista Amanda Ripley en High Conflict: “Cuando las historias se vuelven demasiado simples, es hora de hacer mejores preguntas.”


Reflexión final

Dato no mata relato. No porque la verdad no importe, sino porque las historias son las que dan sentido a esa verdad. Nuestro cerebro no está diseñado para procesar cifras aisladas, sino para buscar sentido, encontrar patrones y sentirse parte de algo más grande.

Podemos ignorar datos incómodos, pero es mucho más difícil resistirse a un relato bien contado. La pregunta es: ¿usamos esa capacidad narrativa para manipular o para iluminar? La responsabilidad está en nuestras manos.

Si este tema te ha hecho pensar, te invito a escuchar el episodio completo de Mentes Peripatéticas, donde junto a Isabella exploramos estos dilemas con humor, datos… y algún que otro relato incómodo.

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